Hace unos días recibí una visita desagradable de aquellos que les gusta adueñarse de lo ajeno, no estábamos en casa y eso les facilitó la ardua tarea de conseguir objetos con el sudor de la frente de los demás. Lo curioso es que nadie vio nada pese a que entraron y salieron en plena luz del día y durante muchos años me ha sorprendido la capacidad de mis vecinos para llevar un registro detallado sobre: a qué hora salgo, a qué hora llego, con quién llego y los grados de alcohol que hay en mi sangre en aquellas casuales llegadas a la madrugada.
¿Por qué ocurrió esto y nadie vio nada? Porque a la gente no le interesan este tipo de situaciones, sino aquellas que les permita juzgar y criticar con una falsa moral a todo aquel que lleve la vida de manera diferente a la suya, llamándolos borrachos, vagabundas, drogadictos, bulliciosos, maricas, mujeriegos, locos y lo más irónico, no saben ni cual es su verdadero nombre. Un ladrón pese a ser un delincuente que merece ser denunciado, pasa desapercibido, porque la mayoría prefiere no hablar de ello y prefiere esconderse en su casa cual cucaracha en un rincón, con un lema específico: "es mejor no meterse en problemas".
Pero hoy el tema no es la delincuencia, es aquel invento del ser humano inherente a la curiosidad y cuya necesidad de satisfacer el morbo lo ha llevado crear un fenómeno que llega a ser más arrasador que un volcán en erupción o un huracán; más peligroso aún que salir con la novia de un paramilitar; más vergonzoso que las penas impuestas a los violadores o corruptos de este país; o más indignante que la presencia de multinacionales saqueando minerales y destruyendo la naturaleza; pero de suma importancia y ligado a nuestro ser: EL CHISME
Por naturaleza el ser humano es chismoso, desde el mismo momento en que el hombre se pudo comunicar, todos en su afán de hacer uso de esa maravilla, comenzaron a vociferar cuánta estupidez vino a su mente. Imaginen ese momento cuando el hombre descubrió el fuego y comenzó a darle uso y a cambiar la historia, los chismosos que no tenían la capacidad para hacerlo exclamaron: "y ese pendejo casi quema el bosque por jugar con esa luz, jum, ese tipo es peligrosísimo y está loco". Porque el chismoso no es más que alguien que habla de lo que no sabe, simplemente para aparentar conocimiento o para llamar la atención.
Desde niños nos hemos dejado llevar por ese tipo de desinformación, si un compañero faltaba al colegio y nos llamaba para saber qué pasó ese día, le contábamos sobre cómo el profesor regañó a fulanito, si perencejo hizo alguna de sus clásicas travesuras o si alguna cosa extraordinaria o divertida había sucedido, le proponíamos prestarle los cuadernos para que se adelantara, pero ¿alguno le habrá hablado sobre lo que aprendió en la clase, sintiéndose mejor porque tenía un conocimiento útil que él no por faltar? Lo dejo a su criterio.
A medida que vamos creciendo, la técnica del chisme también se va perfeccionando y pasa a manejar el bajo perfil. Frases como: "Le cuento pero no se lo sostengo, ¿si supo?, lo escuché por ahí, dicen las malas lenguas, un pajarito me lo contó, yo no es que sea chismoso pero dar información no es pecado, imagínese lo que me contaron", y demás frases de cajón muy comunes en la jerga de los chismosos, terminan por ser más valiosas que la veracidad de la información que se va a entregar. Nadie se toma la.molestia de comprobar si la información es veraz o falsa, simplemente la multiplicamos porque "la fuente que me lo contó es 100 % segura", y así se genera una cadena interminable con información falsa. Por eso, aquel que inventa un chisme, no es tan peligroso como ese que lo multiplica y lo hace creíble, porque entre más personas lo divulguen es razón suficiente para que se convierta en una "verdad" y el método científico para generar conocimiento quedó reducido a una simple formula matemática: Si la cantidad de personas que me dicen algo es X, la cantidad de personas que lo desmienten es Y, la cantidad de X es mayor a Y, se puede afirmar y concluir, incluso divulgar, que mi vecino es marica. Esto a nadie le importa, pero ya todos creerán que mi vecino es marica, sin ni siquiera conocerlo.
Pero esta es una enfermedad que se va incubando y se va haciendo más fuerte con los años y está ligada al desocupe de una persona. Aprovecho la oportunidad para que oremos un poco y digamos con fe: "de los chismosos, líbranos señor", porque si hay algo peor que tener un vecino psicópata, es una vecina chismosa; esa que tiene cara de tierna abuelita, pero armada con una lengua tan venenosa como una docena de mambas negras, esa viejita desocupada que recibe una pensión de un esposo fallecido y que rara vez recibe visitas de familiares (supongo que odian estar en boca de todos) y se para con su tierna mirada junto a la ventana a inventar las historias de aquellos que pasan por el frente de su casa, historias que cuentan sin necesidad de preguntarlas, porque algunos tienen la mala suerte de cruzarse con ella en la tienda o en cualquier lugar, y ese sin fin de murmullos son activados con un simple "buenas tardes". Tal vez por eso las personas se vuelven maleducadas y prefieren no saludar a los vecinos.
Nos acostumbramos a refugiarnos en el chisme para librarnos de la responsabilidad de hacer las cosas bien; es preferible tapar mis faltas, resaltando las de mis compañeros, vecinos, familiares o amigos; vivimos en un mundo donde es más importante criticar que proponer, donde es más fácil creer que investigar. Un chisme tiene el poder de dañar la imagen de una persona haciendo que pierda a su pareja, su empleo, su dignidad y hasta su credibilidad, es irónico que una mentira haga perder la credibilidad de alguien que ha sido la víctima de esas mentiras y engaños. Pero si hay algo que es envidiable, es el poder de convencimiento de un chismoso, es muy parecido al de aquellos que se acostumbra a pedir dinero prestado, esos dos son superdotados del engaño. Si utilizaran esa creatividad para mejorar la sociedad, tal vez estaríamos viviendo una realidad utópica, donde las personas se respetarían, nadie juzgaría al otro y simplemente se dedicaría a vivir y a disfrutar, acabando de esa manera con otros cánceres de la sociedad en la que vivimos.
Pero nadie sale invicto de esta enfermedad y por eso aquí les voy a revelar un secreto; supongamos que usted necesita un favor de un amigo, jamás le diga que necesita un favor, véase bien, ¡jamás! Usted lo único que necesita decir es: "LE TENGO UN CHISME BUENÍSIMO" contabilice 5 minutos y espere que golpeen a su puerta. Es efectivo y de fácil libranza, porque si hay algo que el ser humano no soporta es que lo llamen chismoso y jamás reconocerá que lo es; avergonzado hará el favor y nunca se lo echará en cara para dejar atrás ese mal episodio o no faltará el que le diga: "pero primero cuente". Si ese es el caso, le recomiendo alejarse de esa persona y que le aplique el Triple Filtro. (Imagen)
Teniendo en cuenta que este tema es bastante extenso y de infinitos ejemplos, para la próxima escribiré sobre la influencia de los chismes en las tecnologías de la información y la comunicación. Agradezco su atención y los dejo porque voy a estar pendiente de la llegada de mi vecina, esa que es ninfómana y dicen que le encanta hacer orgías. Pero no le cuenten a nadie, eso dicen las malas lenguas y no se lo sostengo a nadie.
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